Como ya sabrás, nuestro vino se elabora en tierras murcianas, concretamente en las zonas altas de la parte noroeste de la región. Hay una gran tradición vitivinícola en los alrededores, hasta el punto de contar con la Denominación de Origen Protegida Bullas (DOP Bullas). Si sientes curiosidad por saber cual es su origen y en qué aspectos regula la producción de nuestros vinos, a continuación ¡puedes descubrirlo!
Zona de influencia de la Denominación de Origen Protegida Bullas
La Denominación de Origen Protegida Bullas se enclava en las tierras del noroeste de la Región de Murcia, situadas en la margen derecha del Río Segura, comprendiendo los términos municipales de Bullas, Calasparra, Caravaca de la Cruz, Cehegín, Lorca, Moratalla, Mula, Pliego y Ricote. Todos ellos conforman las cuencas de los dos principales afluentes del Segura: el río Quípar y el río Mula, que en su conjunto constituyen en la actualidad el concepto de la comarca vitícola de Bullas.
Durante casi trescientos años, estas tierras fueron la frontera con el reino nazarí y, prácticamente, sus límites han llegado igual hasta nuestros días. Además, las viñas que conforman la DO Bullas marcan la frontera meridional de la variedad Monastrell, no encontrándose territorios de producción de esta variedad más al sur .
Los inicios: el "estilo Moratalla"
En Bullas y Cehegín la introducción del cultivo de la vid data de la ocupación fenicia del litoral mediterráneo, y más concretamente, de la fundación de Cartago Nova y Begastri así como de su posterior sustitución en la ribera del rio Mula por villas romanas tras las guerras púnicas.
Paralelamente, la auténtica expansión del viñedo se produjo a partir de finales del siglo XV en tierras de regadío, lo que permitía obtener vinos de baja graduación alcohólica pero de alta producción, permitiendo elevados consumos de vino, principalmente con lo que se conocía como utilidad de salud pública:
“Cehegín contaba con una abundantísima cosecha de vino, de modo que está reputada su bodega como la mayor del Reyno de Murcia, aunque sus vinos por la abundancia del riego tienen poca fuerza”. --- Cita del Padre Ortega, cronista de Cehegín durante el siglo XVIII, según Juan Bautista Vilar. ---
Curiosamente, en los otros municipios de la comarca vitícola, encabezados por Moratalla, el cultivo de la vid estaba especializado en secano. No fue hasta principios del siglo XIX que se produjo la gran transformación del viñedo local saltando del regadío a las tierras de secano de forma masiva, algo que ayudó a mejorar la calidad de los vinos, apostando la comarca de esta manera por “el estilo de Moratalla”.
Fueron varias las causas de este cambio revolucionario:
- Adopción de cultivos más rentables.
- Falta de dotaciones de regadío, por lo que la vid solo se regaba en invierno.
- Apuesta por mejorar las calidades de la uva obtenida.
Sea cual fuera la causa, permitió la consolidación y posterior reconocimiento entre los vinos de la comarca. Pero no fue el único cambio introducido: en Bullas la vendimia se más hacía más tarde que en zonas limítrofes y no comenzaba antes de las Fiestas de Octubre, llegando incluso el Ayuntamiento a dictar bandos (sin mucho éxito) que prohibían vendimiar antes. Esto supuso una práctica que continuó durante décadas y que hoy en día todavía perdura.
Inestabilidad y crecimiento en Bullas
Esta época coincide con la introducción en Francia del oídio y la filoxera, cuya principal consecuencia fue una caída en la producción de uva en la zona de Burdeos de más del 50% y que produce una fiebre de plantación de la vid que llegó a cuadriplicar el precio del vino en España. Hubo que aplicar medidas como la comparación de cosechas enteras a pie de viñedo, o la mejora de las técnicas de producción de vino debido a la entrada de comerciantes y elaboradores franceses a las zonas de producción para evitar los fraudes.
Esta situación duró unas tres décadas y se detuvo a finales del siglo XIX, aunque la influencia en la comarca del noroeste no tuvo los efectos explosivos de otras zonas murcianas como Jumilla o Yecla. Según algunos autores (Alain Huetz de Lemps y Vicente Sanjuan Rech), la zona noroeste contaba con unas 5.400 hectáreas de vid en 1857 y alcanzó entre las 7.200 y las 8.300 en el año 1876. Según las cifras del Ministerio de Agricultura (aunque varía según la fuente concreta), esos datos representaban alrededor del 50% de la superficie total de viña murciana. Tal como puede verse en la tabla siguiente, para finales de siglo, llegó a su máximo valor con más de 24 mil hectáreas, previa a la crisis de la filoxera y el fin del tratado comercial con Francia.
Evolución de la superficie de vid en la provincia de Murcia.
1857 | 1886 | 1894 | 1909 | 1922 | 1978 | 1986 | |
Noroeste | 5.400 | 7.144 | 24.115 | 18.900 | 3.491 | 5.335 | 5.492 |
Murcia | 10.837 | 17.170 | 64.514 | 58.458 | 60.192 | ND | ND |
Porcentaje | 49,82% | 48,24% | 37,38 | 32,33% | 5,8% |
A partir de 1892, el fin del mencionado tratado comercial marca el inicio del colapso de la comarca vitícola del noroeste. Mientras los agentes del sector reclamaban medidas para ampliar el comercio exterior, la mejora de técnicas de elaboración y la compra colectiva de medios de producción, el gobierno de la nación respondía subiendo los tributos que gravaban el alcohol vínico. Como consecuencia, durante el mes de julio de 1893 se produjeron estallidos sociales en todos los pueblos del noroeste, llegando incluso a producirse el incendio del Ayuntamiento de Cehegín y el fallecimiento de cuatro personas. Estos altercados terminaron generalizando la revuelta en la provincia con mas de dos mil protestantes. Entre los sucesos que acaecieron en ese periodo, se produjo el asalto e incendio de las instalaciones de recaudación de impuestos en Ricote, huelgas y altercados en Pliego y protestas en Mula, Caravaca, Calasparra y Moratalla. Ante la gravedad de la situación se movilizaron dos compañías del ejército y, finalmente, las revueltas terminaron con 10 fallecidos. Bodegueros e industriales de Cehegín se hicieron cargo de las fianzas para la excarcelación de los detenidos por los disturbios.
Grandes plagas en Bullas para iniciar el siglo XX
Cualquier puede imaginar cómo quedó toda la zona anímica y económicamente después de las terribles revueltas. Por si aquello fuera poco, mientras todo lo narrado sucedía, la filoxera, que se había introducido en 1888 en los viñedos de Cartagena, avanzaba inexorablemente a través de los parrales de Alhama.
Los primeros síntomas aparecieron entre 1894 y 1895 en Bullas y Cehegín. Para 1899 se declaraba oficialmente la presencia de la plaga y se comenzó a experimentar con portainjertos americanos en 1903 aunque, como se puede observar en la tabla superior, la situación ya era irreversible y la superficie de viñedo no hizo más que decrecer inexorablemente. El sector mantuvo su presencia pese a la posterior crisis de mildiu de 1933, con perdidas de hasta el 50%.
Así, entre unos dramas y otros, el panorama del primer tercio del siglo XX no es el del salto cualitativo que se reclamaba ya a finales del XIX sino el de la pérdida de inercia de modernización, la falta de relevo generacional en las ideas de los bodegueros ilustrados y la acomodación de los productores a la elaboración de vinos ordinarios con medios y tecnología totalmente obsoletos. El ingeniero agrónomo Zacarias Salazar en su informe “La situación de la Agricultura en Murcia” redactado en 1910 describe una situación en la que los vinicultores desconocen totalmente las técnicas de fermentación del vino, el alto nivel de azúcar y su escasa acidez, que los vinos no aguantaban de un año para otro y que estaban abocados (con azúcar), eran de color inestable, y una larga lista de defectos y problemas para los que, debido a la falta de preparación, no encontraban solución.
Primeros intentos de conseguir la DO en Bullas
En 1932, durante la II República, se decreta la constitución jurídica de las Denominaciones de Origen, donde se reconocen por decreto y posterior ley las primeras DO (Alicante, Jerez, Rioja y otras). Esto propicia la implicación de las autoridades locales para establecer el primer marco de elaboración de vinos de calidad, la creación de las escuelas municipales de vitivinicultura y tonelería y la solicitud de reconocimiento de la Denominación de Origen Bullas el 2 de Septiembre de 1935.
Desgraciadamente, dicha solicitud se interrumpió por el estallido de la Guerra Civil al año siguiente. Una vez más, los impulsos modernizadores se evaporaban y después del conflicto, la sequía, la falta de viticultores y la ausencia de inversiones propiciaron que las autoridades franquistas primasen la producción de vinos a granel e impulsasen la construcción de grandes bodegas cooperativas donde producir altos volúmenes.
En 1970 se aprueba el Estatuto de la Viña, del Vino y de los Alcoholes que establece la creación del Instituto Nacional de Denominaciones de Origen (INDO) y del Catastro Vitícola y Vinícola provocando de nuevo el renacer de las inquietudes por la obtención de una denominación para la comarca. Pero nuevamente, se vieron frustrados tras la inspección de los técnicos del INDO, en la que se denegó la concesión. Se consideró que la elaboración general adolecía de defectos pero también de grandes virtudes enumerando las siguientes cuestiones a resolver:
- El criterio dominante era la obtención de altos rendimientos y la rapidez de elaboración.
- Alta riqueza en materia colorante, sin prestar atención a los aspectos organolépticos, ni a la calidad.
- Falta del adecuado acondicionamiento de los envases y de la maquinaria.
- El nivel de comercialización de vinos embotellados era insuficiente, a excepción de la bodega del Carrascalejo que envasaba la totalidad de su producción.
Comienza el cambio de mentalidad
Pese a la negativa, pocos años más tarde, al inicio de la década de los 80 se impulsa una nueva iniciativa y aunque los técnicos del INDO observan que prácticamente no se habían introducido mejoras y que los vinos adolecían de los mismos defectos detectados en las visitas anteriores, se estimaba también que había un excelente material vitícola. Según figura en el informe, este patrimonio estaba constituido fundamentalmente por la variedad Monastrell y las características edafo-climaticas que configuraban una zona vitícola apropiada para la elaboración de vinos de calidad, que ofrecía una alternativa de creación con carácter provisional para la Denominación de Origen de cuatro años (finalmente fueron tres), tiempo suficiente para que los productores realizaran los esfuerzos necesarios para conseguir unos vinos con unas características específicas y determinadas que los distinguieran. Se recomendaba también efectuar combinaciones sobre la base de la variedad Monastrell con nuevas plantaciones de Tempranillo y Garnacha.
Todo este cambio, propiciado desde la política ministerial, era igualmente debido a las presiones del entonces senador de UCD por Murcia, Antonio Pérez Crespo, que propició una alternativa al informe desfavorable, puesto que la realidad de la situación vitivinícola de la comarca no era la de elaboración de vinos de calidad. Este hecho era indiscutible en aquel momento, puesto que la situación de provisionalidad no fructificó al no cumplirse con los requisitos exigidos por el INDO al final del periodo. Una vez más, los intentos de modernización y mejora de la calidad de los vinos de Bullas se veían frustrados por la falta de sinergia entre agentes del sector y la ausencia de formación específica y de inversiones.
1993, el año de la DO Bullas
Como vemos, el camino fue largo y nada fácil. Tuvieron que transcurrir varios años más y un verdadero cambio conceptual:
- La introducción de controles de vendimia.
- Técnicas de cultivo para la mejora de la calidad de la uva,.
- Acciones correctoras y mejoras tecnológicas en la producción de los vinos elaborados.
- Implementación del acero inoxidable con equipos de frío en las instalaciones de las cooperativas, alguna de ellas muy atrasadas tecnológicamente como venía constatándose en cada solicitud de reconocimiento por los técnicos del INDO.
Pero este punto de nuestra historia, la reducción del viñedo por los incentivos europeos ya alcanzaba el 28% de la extensión existente en 1985.
Finalmente, en 1993 tras casi 60 años de intentos fallidos y oportunidades perdidas, llegó el reconocimiento de la Denominación de Origen Protegida y en 1994 se aprueba su reglamento y la creación del consejo regulador.
Hoy día, el Consejo sigue vigente, creciendo y cada día con más fuerza. Los años de dificultades, en los que no se cumplían los mínimos, no solo han quedado atrás, sino que hay bodegas que son vanguardia nacional en lo que se refiere a procesos productivos, experimentación con las variedades o, simplemente, en la calidad de sus vinos.