Tras el descube y la fermentación maloláctica, a lo largo de otros 18 días, el vino ya había rebajado ostensiblemente su acidez y era de consumo mucho más agradable. Otros productores suelen conformarse con el resultado, pero es nuestra vocación llegar hasta el final e ir siempre un paso más allá.
Tras hacernos con un juego de barricas nuevas de roble francés de 500l, con un sutil tostado interior, y con permiso de los trasiegos y clarificados, ya dejamos descansar el vino durante los seis meses siguientes para que cogiera los últimos matice de aroma y sabor, cerrándose así como un caldo con todas las características comunes a los vinos con origen en Bullas, pero con una personalidad única que lo ha hecho destacar desde el primer momento entre sus hermanos murcianos.
Como cada bodega, nosotros también guardamos pequeños secretos de elaboración con los que, desde El Seseo, hemos intentado aportar un toque muy personal a nuestro primer vino.